Durante el proceso de análisis del proyecto se propuso PACTO como la palabra con la que se identificaría la premisa, ésta ayudaría a establecer el carácter del acuerdo representado por mis papás en el ejercicio de creación de un diario dirigido a mí, así como también el modo en el que continuo percibiendo la representación de una narrativa propuesta por ellos y de la nostalgia posterior a la ruptura de la misma.
Para el análisis teórico de este acuerdo, además de las referencias etimológicas de la palabra PACTO, fue revisado el estudio de Contrato narcisista que explica de qué manera un discurso de pareja parental idealiza el rol de un futuro hijo o “futuro sujeto” dentro de un conjunto denominado familiar.
“El grupo espera que el sujeto retome por su cuenta aquello que enunciaba la voz de sus predecesores para asegurar la permanencia y la inmutabilidad del conjunto.
El grupo garantiza la transferencia sobre el nuevo miembro (el niño) el reconocimiento que tenía el predecesor desaparecido.” (Jarovlasky, 2018). Aunque el estudio se enfoca en las consecuencias de este caso en la relación que tiene este “futuro sujeto” dentro de diversos grupos sociales en función de estas pre investiduras emocionales, se toma como referencia para el proyecto la influencia en la relación con sus padres a futuro a consecuencia de la transferencia de sus propios discursos.
“ …Por los sueños las diversas moradas de nuestra vida se compenetran y guardan los tesoros de los días antiguos . Cuando vuelven, en la nueva casa, los recuerdos de las antiguas moradas, vamos al país de la infancia inmóvil, inmóvil como lo inmemorial. Nos reconfortamos reviviendo recuerdos de protección, algo cerrado debe guardar a los recuerdos dejándoles sus valores de imágenes. Los recuerdos del mundo exterior no tendrán nunca la misma tonalidad que los recuerdos de la casa. Evocando los recuerdos de la casa, sumamos valores de sueño; no somos nunca verdaderos historiadores, somos siempre un poco poetas y nuestra emoción tal vez sólo traduzca la poesía perdida.” – Gastón Bachelard
Mi primera morada, como llama Bachelard a ese lugar que contiene mi recuerdo de protección, es un espacio que está construído con portones altos y ventanas con varias capas de marcos y cerraduras. ¿Por qué podrían ser importantes estos detalles?
La nostalgia de este proyecto está ubicada principalmente en la narrativa de familia que se crea para mí en esa casa, en ese primer lugar en el que, si se tratase de un mapa sería ese punto en el que inicia el recorrido, si se tratara de una puesta en escena serían éstas las características del escenario del primer acto.
Es importante anotar que los detalles anteriormente mencionados, como algunos que nombraré en el transcurso de este trabajo no se encuentran soportados por ninguna fuente fotográfica concreta, no pertenecen necesariamente a la actualidad y no representan, pese a tener una dirección específica, una fuente de información arquitectónica precisa, o alguna realidad totalmente tangible ya que el relato está construido a partir de mis recuerdos, que de por sí, ya soy un relato permeado por el ensueño y la poesía de lo perdido.
Ese lugar se constituye también por la representación del PACTO, que es parte importante del contenido poético y dramático del recuerdo y al que me referiré con detalle más adelante, sin embargo la descripción de la casa y la revisión del PACTO, aunque se ubican en un mismo punto del relato no se dan simultáneamente.
La descripción de la casa nace mientras la recorro en mi infancia; ha sido adornada con el paso del tiempo pero se crea por una interacción física con ella durante mi niñez. Por otro lado el PACTO, representado en el cuaderno que, pese a que sí lo veo mientras resido allí; lo comprendo y reviso muchos años más tarde. Es en el momento de leerlo durante mi adolescencia que veo en él la representación de una narrativa de familia que se puede añorar con la misma tonalidad que la casa puesto que tampoco la puedo habitar en la actualidad. La casa amarilla carga, para mí, la añoranza de un lugar que mientras fue habitado, como cualquier otro, no tenía el significado que adquirió cuando se dejó de habitar.
A continuación explicaré el contexto de mi llegada a esa casa: Cuando cumplí tres años llamaron a mi papá para que administrara una casa del largo de una cuadra en el barrio la candelaria, su dueña alquilaba las habitaciones a jóvenes que tenían becas en universidades aledañas. “La casa amarilla” apodada así por el color de su fachada, queda sobre la calle 8 # 5-03 en Bogotá, una calle que recibe el nombre de “la calle de las culebras”.
El nombre de la calle lo aprendí gracias a dos placas; una tallada y otra armada con baldosas de la marca Corona que indicaba su nombre como el de algunas otras calles de la zona que son patrimonio histórico de la ciudad.
Mi papá aceptó el trabajo y nos mudamos al apartamento en la división sur de la casa, una casa colonial con dos patios en los que corría el viento y hacía remolinos con las hojas secas que se colaban por el techo, con los bichos o palomas que buscaban hacer de esa casa suya, con beca o sin ella. cuyas vigas crujían y que se inundaba de luz en las mañanas y de agua hasta con la más ligera llovizna. La primera ventana de sur a norte pertenece a la que era mi habitación, una de las más grandes de la casa; en la mediana mis papás se construyeron un altillo. Mi mamá pintó nubes sobre el techo de mi habitación y puso persianas de colores que hacían las veces de puertas, cuando entraba la luz del sol todo se llenaba de puntos resplandecientes de color.
Para ese momento ya me había mudado más de dos veces, sin embargo es la primera casa que recuerdo, sus esquinas eran amplias y, aunque hacía frío y me daba miedo el sonido de la noche, lograba entrar mucha de la luz naranja de los postes; sus ventanas eran largas y la luz que se colaba recorría el espacio casi por completo.
En esa casa pasaron mis papás los últimos años juntos y, aunque fueron varios, yo no tengo recuerdos, ni existen fotografías de los tres juntos en ese lugar, tengo recuerdos individuales y anécdotas particulares de cada uno de nosotros habitando el espacio, de objetos o acciones, como mi papá cocinando o mi mamá subiendo las escaleras del altillo. Las columnas de la casa amarilla eran robustas y un poco astilladas, la superficie del suelo estaba cubierto con baldosas de arcilla pintada con tonos tierra y ornamentos con formas barrocas, las paredes gruesas y frías a cualquier hora del día y las habitaciones de colores llenas de objetos que pertenecían a cada habitante de la casa; siempre diferentes, siempre en tránsito.
Fue en ese lugar donde pasé los primeros años que recuerdo, años en los que corría por cada pasillo, hablaba con cada persona que llegaba y tenía la sensación de poder disfrutar de cada espacio sin ninguna restricción, era consciente también del rol de mi padre, que con ojos de niña lo veía y percibía como el dueño mismo de la casa, sensación que deliberadamente acogí para mí también.
Por lo anterior es pertinente el análisis de Gastón Bachelard sobre las características poéticas que contienen los lugares habitados en el recuerdo, más puntualmente sobre las características sensoriales que componen un primer refugio, características que configuran imágenes imaginadas. Un acercamiento a la casa que se identifica en la recordación como hogar debido a la manera de habitar en ella, por ser la portadora de lo que constituye un “primer universo”.
La casa en la que se edifica mi percepción de hogar, que no logro replicar luego de mudarme, está atravesada por emocionalidad poética, colores, texturas, luz y dimensiones que se convierten casi en fotografías de un álbum y que constituirán la adhesión consciente o inconsciente que no es necesariamente arquitectónica ni depende directamente de la ubicación geográfica o materiales con los que está construída. Esto depende de la evocación de estos detalles que, sumados al contexto previo al conflicto me genera una sensación de seguridad, de familiaridad que no logro reconocer o replicar en ningún otro espacio.
Habla de las casas que protegen al soñador, quien, en este caso soy yo, pues con el tiempo él ha guardado y transformado el ensueño de su rincón en algo positivo. Es decir, incluso el más mínimo recuerdo negativo e incomodidad se suprime o se transforma en orden de dar sentido al título de propiedad, así como de poder decir con seguridad “Ese es mi rincón en el mundo” y seguir añorando un lugar seguro que incluso, en el caso de continuar siendo físicamente capaz de habitar es susceptible a transformarse.
El hogar (que representa la casa que era mi lugar) se desvanece, pero es posible que en realidad lo que suceda es que pierde gravedad, si bien físicamente la casa no levita y por el contrario me mudo de allí, pues el techo literalmente se cae. El relato que la sostiene como hogar pierde la fuerza que lo mantenía como un espacio lógico y se eleva convirtiéndose en un espacio soñado. Dice Bachelard: (1957) “las moradas del pasado en nosotros son imperecederas”(p.29), refiriéndose a la cualidad de restitución que tiene el lugar como ensueño, moldeable y de algún modo siempre vigente. Sin embargo la revisión del relato en la actualidad y la sensación de desgaste del mismo por, precisamente volver a él por medio de ese ensueño hace que sea evidente su deterioro.
Sumado a esto la casa que queda sobre la calle de las culebras existe aún, sin embargo su propósito se ha transformado, no necesariamente porque otras familias habiten el espacio. La casa fue vendida múltiples veces posterior al daño en el techo debido a algunos problemas graves de humedad y costos de mantenimiento. En la actualidad, le pertenece a la Universidad Libre de Bogotá. Aún puedo pasar por el frente, pero no sólo ya no es amarilla su fachada, sino que también es un gimnasio al que no puedo entrar puesto que no pertenezco a esa universidad.
El tránsito de ese espacio cambió, reconstruyeron el interior de la casa para adaptarlo a las necesidades de un establecimiento que, aunque sigue recibiendo universitarios, ya no tiene el mismo propósito. Si bien el ritmo de la casa ya suponía una cualidad transitoria, el propósito del lugar ya no es susceptible a resguardar o ser un primer universo.
Por mi parte, debo pasar un proceso burocrático para conseguir entrar y, en el caso de lograrlo, es posible que sienta que no estoy recorriendo el suelo de mi casa. Sin embargo, existe una circunstancia particular que vuelve a revisar los modos melodramáticos anotados anteriormente.
Como ya mencioné, puedo pasar por el frente; una de las ventanas que se encuentra constantemente abierta es, justamente, la que pertenecía a mi habitación. Al pasar se ven algunos equipos de gimnasio, se escucha música tropical o techno pero lo primero que advierto es un espejo al fondo, en una pared que reduce el tamaño de lo que era mi habitación casi hasta la mitad, en el que me veo reflejada viéndome desde fuera, husmeando un lugar cuya presentación física no le hace justicia a sus formas en mis sueños.
Este ejercicio en el que la casa desde adentro me devuelve la mirada propone una nueva dinámica del lugar que ya no es lugar, que ya no es “mi lugar”, puede ser una metáfora dramática, como si se tratase de un escenario construido para el segundo acto en el que observo como de cualquier manera estoy afuera de ese relato; de pie frente a la ventana e intentando ingresar a ese ensueño, el mismo espacio me muestra de inmediato que seguiré por fuera.
Los colores, la temperatura, los sonidos y la luz cambiaron, la experiencia física con este nuevo lugar pone en evidencia la falta de cimientos de la narrativa pasada. Existe, así como existe la casa y así como existe el cuaderno, pero retener ambas cosas es inútil puesto que naturalmente han perdido gravedad y con la pérdida de gravedad sus cimientos se han desvanecido.
Esta lila se deshoja.
De sí misma cae
Y oculta su antigua sombra.
He de morir de cosas así
-Alejandra pizarnik.
Alberto Hernández Mateos describe la historia del melodrama desde la etimología de la palabra: (…) cuyas raíces griegas se dividen entre: “μέλος” (canto con acompañamiento musical) y “δρᾶμα” (hacer, actuar), (Hernández, 2016, p.3). también presenta lo que considera como la creación del melodrama como género teatral a finales del siglo XVIII . Describe la estructura del género de la siguiente manera: “El melodrama (también conocido como melólogo en el mundo teatral hispano) es un género que integra la declamación de una trama dramática, los aspectos gestuales de una obra teatral y la música de una composición inspirada en el texto” (Hernández, 2016, p.3), puestas en escena que a diferencia de los cantos polifónicos se presentan desde una voz protagonista y la música se encuentra en función del relato, no por encima de él.
En esta descripción resalta tres aspectos importantes de su estructura, primero: la “declamación de la trama dramática”; la trama, las partes de un suceso dispuestos como hilos para que al cruzar, anudar, superponer, etc, unos con otros constituyan como resultado un tejido, una narración. Aún cuando los temas pueden ser muchos, el carácter de la tela que surge es dramática y exagerada, habla de una pena, de un dolor que se enuncia desde la conmoción, una tela de naturaleza lacrimógena. Pero esta tela tiene otra condición, un grado intenso de protagonismo. Declamar hace parte de este primer conjunto de reglas de una puesta en escena melodramática, debe haber una audiencia a la que se le hable directamente sobre la tragedia que sucedió, está sucediendo o sucederá.
“Los aspectos gestuales de una obra teatral” como la segunda parte del análisis; establecerán las circunstancias en las que se muestra la trama, el modo de sacudir la tela, por decirlo de algún modo. La naturaleza de ese protagonismo; las expresiones, palabras, el lenguaje corporal e interacción con objetos que involucran las acciones dentro de la trama y soportan su intención visceral; lo declamado debe ir acompañado de una expresión física evidente también para su público. Y el tercero; el acompañamiento musical que se dispone a seguir la conmoción de lo que será contado. La música se ajustaría al ritmo y la velocidad en la que la tela levanta el polvo cuando es sacudida frente a los asistentes de la obra.
Para incluir éste género narrativo al desarrollo del proyecto fueron revisadas las posturas desde las que fue, desde un comienzo, enunciada la trama. Las influencias de narrativas como las telenovelas a las que se refiere el dramaturgo Javier Vidal dentro de su investigación como un melodrama doméstico, apelando también a la popularización de las radio novelas o “radiodramas” como herramientas para que, por medio de la transmisión radial y actuación de un guión con problemáticas “cotidianas”, llevadas a un nivel de exageración y en ciertos casos fantasía, pudiera no sólo despertar empatía y lograr una identificación con las temáticas propuestas, sino también despertar interés en la “ficción” presentada dentro de ellas durante cada episodio.
Así como las radionovelas, las telenovelas que sí hicieron parte activa de mi consumo de narrativas e imágenes dramáticas durante mi niñez, hacen uso de recursos narrativos propios del melodrama, cuentan con algunas variaciones dependiendo de la temática pero usualmente es el mismo recorrido de sufrimiento y catarsis de un protagonista al que lo atraviesa una tragedia inminente, o al que su “destino” lo definirá la tragedia de su pasado. En el contexto de este proyecto es la tragedia del pasado la que sirve como premisa en la que existen ya unos protagonistas: mis padres. La descripción continua desde el presente proponiendo la perspectiva de un protagonista en pena, que sería yo, quien “sufriría” las consecuencias de las decisiones de los protagonistas del pasado. Sin embargo las situaciones por las que atravieso, como protagonista actual de esta narrativa, implican una postura introspectiva en la que los personajes no actúan necesariamente como héroes o villanos. Pese a que existe una posición victimizante de mi parte, en el proyecto exploro la posibilidad de ser la responsable de mi propia “pena” y en la que los sucesos, a pesar de ser en primera medida considerados «buenos o malos» no pertenecen a actos de villanía o de heroísmo. El propósito de la fantasía en la reinterpretación del relato se encuentra en la oportunidad de tomar elementos que se supone, pertenecen a ese pasado y reconstruir un relato desde la conciencia del melodrama que ya parece habitarlos.
Las tres características del análisis de Alberto Hernández Mateos funcionan como una guía para entender las reglas o tareas que supone rearticular este relato desde una perspectiva melodramática. Sin embargo, es necesario traducirlas al carácter del proyecto, puesto que, aun cuando será sustentado mediante un artefacto, éste no será presentado en el formato de una obra teatral y no llevará música. Siendo así, entonces:
La trama: Una fotografía desaparece, lo que parecería ser la evidencia de mi participación en un relato de familia se refunde y con esta desaparición se pone en cuestionamiento la nostalgia que también habita el lugar en el que fue construído, tanto físico como metafórico.
Aspectos gestuales: El lenguaje corporal, gestos y palabras que rodean la manipulación y disposición de los objetos que contienen o se anexan a las fotografías y los documentos que representan el relato, descritos en el análisis teórico y expuestos en el artefacto.
La música: Está traducida a un ritmo narrativo distribuido en el diseño del artefacto; sin embargo, antes de profundizar en aspectos técnicos, es en la distribución de los diferentes momentos que se marcan entonaciones y distintos volúmenes.
Aunque la postura desde la que se describe y analiza el lugar es también melodramática y en general esta categoría permea todo el PACTO. La tarea que tiene el estudio de este género narrativo en el proyecto se establece luego de la construcción del primer relato en ese «lugar», en esa casa sin techo.
Se hace evidente por medio de la disposición de estos objetos lo que parece tener una relación más intensa con los recursos narrativos de un consumo melodramático. La iconografía juega un papel muy importante en esta corta escena del proyecto y, aunque no contiene una imagen fotográfica, es parte fundamental del marco bajo en el que serán estudiadas las fotografías que se anexan al contexto de la carta y los contenedores en los que se encontraba.
Una carta en una botella a merced del tiempo. Las cartas, notas u objetos dentro de botellas de vidrio fueron usadas con diversos propósitos como estudiar las corrientes marinas, mareas y demás indagaciones de índole científico y de exploración geográfica. Uno de los usos que se han propuesto en narrativas literarias y audiovisuales es el envío de señales de auxilio o un mensaje con algún propósito romántico. Notas que debían ser transportadas por medio cuerpos de agua sin que ésta los dañara. Aun así, las circunstancias de la botella dejada por mi papá no parecen pertenecer a ninguno de los anteriores casos.
La botella se encontraba guardada en una caja de madera cuya forma es similar a la de un cofre de tamaño pequeño. Desconocer la razón por la que mi papá tendría entre sus pertenencias estos objetos y el motivo por el que decide dejar la nota dentro de ellos me permite interpretarlos libremente.
La nota en primer lugar no demanda una acción específica, no me da instrucciones de reenviarla o responder, tampoco parece ser una nota explícita de auxilio; pero podría serlo, en la nota mi papá describe un deseo, de nuevo, como con el diario elaborado junto a mi mamá, un carácter que él quisiera que tuviera nuestra relación y el modo en el que lo enuncia podría indicar que no se cumple aún. Aun así, hay ambigüedad en el mensaje y también en la distribución de los elementos, una nota de auxilio lanzada a una corriente marina podría tener más probabilidad de encontrarse en manos de alguien que guardada en un cofre.
De ser una carta de auxilio podría indicar que la condición de naufragio ha sido asumida y la intención con la que procede es con la de una ilusión que no recae realmente en una necesidad de cambio inmediato. Sin embargo no la guarda para él, no entierra el cofre; me lo entrega. Es importante anotar que aunque entre mis papás y yo existe una relación en la que el melodrama ha estado presente, con mi papá hasta el momento no teníamos la costumbre de dejarnos recados o notas de algún estilo en particular.
Por lo que surgen más preguntas alrededor de la carta, ¿sí era la carta para mi? Más allá de poner en cuestionamiento el destinatario en favor de la narrativa de telenovela, dentro de los objetos que él deja a mi cuidado están incluídas cartas y documentos que fueron, en su momento, dirigidos a otras personas; ¿por qué ésta no lo sería? Logro reunir pocas certezas por el reconocimiento de la caligrafía que es muy parecida a la de la página del diario en la que él escribe, la página en la que se encontraba la fotografía que luego desaparecería, reconozco su firma por haberlo visto hacerla múltiples veces durante mi niñez y por la copia del documento de custodia firmada por él y mi mamá que tengo entre mis documentos. ¿Por qué firmar?, no escribe su nombre o una fecha, sino la firma que utiliza para documentos del banco y trámites legales, ¿es una forma de reafirmar el carácter oficial de la carta? Podría ser un acto diplomático, una petición, así que identifico que es él quien escribe y asumo que es para mí. La intención de enunciar que soy consciente de que esa asumpción existe es, por más allá de ampliar los cuestionamientos acerca de esta narrativa, evidenciar la búsqueda nombrada desde el inicio de este trabajo; ubicar la raíz de esa “pena” en un entorno en que el centro soy yo.
Las acciones alrededor de la manipulación de los objetos fueron inevitablemente melodramáticas: abrir el cofre, destapar la botella, desdoblar la carta, comparar la caligrafía, esparcir los elementos en el suelo, abrir el cuaderno y buscar los índices de la fotografía faltante en otra fotografía no son acciones inherentes a los elementos en sí mismos. Sin embargo, uno tras otro sumados a mi conmoción constituyeron una escena que dentro de esta narrativa implica un punto de inflexión en el que se identifica el melodrama como el género pertinente para la reinterpretación.
En el libro “Fotografía es historia” Boris Kossoy propone: “¿Existe mejor ejercicio para revivir el pasado que la apreciación solitaria de nuestras propias fotografías?” (Kossoy, pg 77, 2001)
¿Y qué pasa con las imágenes que están ausentes?, ¿qué sucede cuando la contemplación se encuentra en el rastro de una fotografía que ya no está?, en las marcas que ha dejado el ácido del pegante sobre las hojas de un cuaderno o el papel de un álbum fotográfico. ¿Cómo entender un rastro?, ¿el rastro puede ocupar el lugar de la fotografía? No es el caso de una imagen que se deja de reconocer, la situación no supone un papel rasgado, no hay un retazo de la imagen o de su soporte para darnos alguna pista de su historia.
El extravío de una fotografía puede transformar la narrativa, el contexto que rodea el rastro de esta imagen que ya no podemos ver junto a los detalles de su ausencia podrían no ser parte de la imágen fotográfica que allí se encontraba y sin embargo constituir una parte de la narrativa, una nueva posibilidad de interpretación. Entonces el ejercicio de preguntarse por su ausencia se vuelve más interesante, porque existe información, aún cuando algunos detalles pueden encontrarse difusos por el paso del tiempo, existen objetos, rostros y lugares específicos que creemos saber que se encontraban allí, y al tener eso claro la sensación de pérdida no recae en la imagen sino en la sensación de no poder tenerla para corroborar lo anterior y contemplarla, quizás hablar de ella, detallarla y volverla a guardar.
Y en el caso de no poder poner en marcha esa coreografía, ¿por qué no dejar así?, ¿por qué es tan importante asegurar las imágenes fotográficas con nosotros? De acuerdo a las circunstancias anteriormente mencionadas, la siguiente perspectiva podría acercarse a la razón por la cual existe en este proyecto una búsqueda por la permanencia de la fotografía y de lo que aparentemente significa: “La imagen fotográfica es lo que resta de lo acontecido, fragmento congelado de una realidad pasada, información mayor de vida y muerte, además
de ser el producto final que caracteriza la intromisión de un ser fotógrafo en un instante de los tiempos”. Para el estudio de este caso tomo la información disponible de dos imágenes fotográficas y hago uso de la metodología que propone Kossoy para ejecutar un rastreo de pistas con el fin de identificar su función dentro de la reinterpretación de ésta narrativa.
La primera pertenece al contexto del diario ya mencionado, se trata de una fotografía pequeña que se encontraba anexada a la parte inferior de una de las páginas y que, para el momento del desarrollo de este proyecto ya se encontraría refundida. De esta fotografía queda únicamente el rastro de la cinta con la que fue pegada y el recuerdo de haberla visto en el diario que le sirvió como contenedor.
La segunda fotografía fue encontrada dentro de mi colección personal, suelta, sin ningún texto que la acompañe, narración previa o contenedor. Sin embargo la fotografía como objeto tiene distintas marcas y decoraciones.
Las dos fotografías serán analizadas por separado pese a que en el tiempo del relato son utilizadas simultáneamente y se intentan juntar para completar una misma parte del mismo. ¿Por qué la búsqueda de información de una fotografía perdida busca completarse con otra? En este proyecto la fotografía es utilizada para representar una circunstancia familiar específica, lo que se asumió refundido de un contenedor sin fotografía pareció completarse con una fotografía sin contenedor.
“Tres elementos son esenciales para la realización de una fotografía: el asunto, el fotógrafo y la tecnología. Éstos son los elementos constitutivos que le dieron origen a través de un proceso, de un ciclo que se completó en el momento en que el objeto tuvo su imagen cristalizada en la bidimensión del material sensible, en un preciso y definido espacio y tiempo” (Kossoy, pg 31, 2001).
Para comenzar el rastreo de pistas en ambos casos parto de una primera identificación de coordenadas. Sin embargo, antes de abordar estas aproximaciones, es importante aclarar que la información con la que trabajaré integra mis recuerdos, asumpciones, imaginarios e información posiblemente verídica que he obtenido por medio de mis padres en el pasado. No se realizaron entrevistas con el fin de tener certezas “reales” acerca del origen de las fotografías o sus contenedores. El propósito es proporcionar una raíz teórica a las suposiciones que sucedieron a causa de una circunstancia principalmente emocional y subjetiva.
Los tres puntos anteriormente mencionados los describe como elementos constitutivos que, sumados a la identificación de unas coordenadas que serían espacio y tiempo, conformarían una ficha técnica básica para un primer acercamiento al ciclo del origen de una fotografía.
Con la anterior información realicé una aproximación a una posible ficha técnica para ambos casos, ambas tendrán una aproximación posterior que contemplaría únicamente el rastro que queda en ambas piezas; en el cuaderno y las marcas sobre la foto, en ésta primera parte apunto en la ficha la información de lo que yo esperaba ver o creía saber que se encontraba anexado en la página:
FICHA # 1 : Enfocada en la fotografía extraviada,
Asunto: Social, familiar, nacimiento de un hijo, fotografía de una bebé (Yo) recién nacida.
Fotógrafo: Siempre he creído que fue mi abuela materna, tengo presente una anécdota en la que mi abuela entra sin permiso a la sala en la que me tenían con mi mamá y toma la fotografía.
Tecnología: Posiblemente una cámara que pertenecía a mis papás con la que hicieron la mayoría del registro de mi niñez, una Kodak de rollo 110.
Espacio: Bogotá, Colombia, Hospital San Rafael.
Tiempo: Año 1996, Mayo 30, posiblemente después de las 3:15 de la tarde.
Fotografía: Apróximadamente 7x5cm, una bebé en una manta azul que ocupa la mayor parte de la composición dejando a la vista algunos detalles de cobijas y el borde de una cuna hospitalaria.
FICHA # 2 : La fotografía suelta perteneciente a mi colección personal.
Asunto: Social, familiar, llegada de un hijo a una casa, fotografía de una bebé (Yo) poco después de nacer.
Fotógrafo: Teniendo en cuenta la escena que se ve en la fotografía, lo más probable es que fuera mi mamá la que haya tomado la foto.
Tecnología: Posiblemente una cámara que pertenecía a mis papás con la que hicieron la mayoría del registro de mi niñez, una Kodak de rollo 110.
Espacio: Bogotá, Colombia, desconozco la dirección de la casa.
Tiempo: Año 1996, Mayo 30 o 31, no tengo seguridad de si el mismo día nos dieron de alta a mi mamá y a mi, posiblemente fue un día o un par de días después.
Fotografía: Fotografía 10 x15, en la que se ve a un hombre, que yo identifico como mi papá sosteniendo un bebé aparentemente poco después de haber nacido, el espacio ya no parece ser un hospital, en la fotografía se logra ver un letrero de bienvenida impreso con un diseño de banner que pertenecía a la tecnología que utilizarían mis padres por años para trabajos de diseño gráfico, lo que indica que posiblemente ellos hubieran decorado el espacio y por eso se pueden ver también globos de colores en el costado inferior derecho. El último detalle que me da pistas de que ese lugar fuera la casa en la que vivían mis papás son las cobijas, ambas las conservo, la cobija sobre la que está sentado mi papá pertenecía a mi abuela paterna quien murió poco antes de mi nacimiento.
Establecidos estos elementos puedo encontrar similitudes en el contexto de ambas imágenes: el tiempo en el que la fotografía extraviada se supone fue tomada no es muy lejano
al tiempo representado en la fotografía encontrada, ésto podría indicar que; mi apariencia de bebé recién nacida, la que creo recordar, no es muy distinta a la que se puede ver en la fotografía en la que mi papá me sostiene.
Por otro lado, la acción de búsqueda en las fotografías, en éste caso, se da por causa de una acción de mi papá y es él quien está sosteniéndome en la segunda fotografía, según lo que puedo identificar, eso ayudaría a poner en contexto la fotografía y a incrementar el lazo emocional que envuelve la revisión.
El letrero y los globos de colores podrían funcionar como índices de mí “llegada”a ese lugar, identifico que podría tratarse de ese momento de acuerdo con la referencia que tiene el tamaño del bebé, los globos y la ausencia de mi mamá en la fotografía incrementa la posibilidad de que ella sea quien se encuentre obturando ya que mis papás vivían solos.
Es ella quien elabora el diario y decora las páginas en las que mi papá escribe en el día de mi nacimiento, sin embargo, según mi recuerdo no sale en la fotografía extraviada y no escribe un apartado en esa página. Es posiblemente ella la que toma la fotografía en la que mi papá me sostiene, a pesar de que no sale en éste registro, las palabras del letrero así como la decoración y el mismo hecho de que mi papá esté sosteniendo un bebé en ese momento es a razón de ella.
Una vez establecidos éstos índices y la conexión entre ellos puedo unirlos a la comparación de la caligrafía del cuaderno con la de la carta y en el contexto de un rastreo emocional, sin la necesidad en éste caso de un grafólogo puedo inferir que se trata de la letra de mi papá. Sigue siendo él cada una de las partes de éste recorrido el que enuncia el vínculo que se supone, o desea que deberíamos tener.
Parece ser un momento de celebración en el que el texto del letrero en la pared es el que juega un papel crucial puesto que las palabras “Ya están en casa” podría traducirse en la intención de una “bienvenida”, de nuevo se alude a la casa y es nombrada como “Nuestra casita de colores”.
No tengo recuerdos de haber escuchado que mis papás nombraran alguna vez así a una casa en la que viviéramos, sin embargo mi mamá es pintora y diseñadora gráfica, una de las cosas con la que la identifico es con el hábito de poner en una posición relevante en los lugares que habita el uso de los colores, ya mencioné, además en un capítulo anterior que ella pintó con diseños de colores la habitación en la que pasé una parte de mi niñez.
Las habitaciones y lugares en los que habité estuvieron marcados por su gusto por el color hasta el día en el que ella se muda a otra casa. Es posible que el letrero fuera diseñado, impreso y puesto ahí por mi papá para que al llegar, luego de que nos dieran de alta a ambas mi mamá lo pudiera ver. Para hacer una última referencia a los índices del el lazo emocional que se da en la exploración de estos dos casos fotográficos; la presencia tácita de mi mamá que rodea ésta parte del relato se hace cada vez más fuerte:
(…) tanto en el plano de la historia de la fotografía como en el de la historia a través de la fotografía. La primera se refiere al estudio sistemático de ese medio de comunicación y expresión en su proceso histórico, a un género de la historia que fluye entre la ciencia y el arte. La segunda remite de inmediato al empleo de la iconografía fotográfica del pasado, en los más diferentes géneros de la historia e inclusive en otras áreas de la ciencia en las cuales los investigadores utilizan esta fuente plástica como instrumento de apoyo a la investigación,
como medio de conocimiento visual de la escena pasada y, por lo tanto, como una posibilidad de descubrimiento
(Kossoy, pg 43, 2001).
Los dos casos, tomados como originales, como los registros del origen de éste relato, sin embargo ya representan una reproducción si tenemos en cuenta la posibilidad de que sea cierta la asumpción de la toma con una cámara análoga, y el revelado y ampliación de la segunda en un establecimiento en el que se realizan varias copias de una imagen.
Aunque se ponga en cuestionamiento la cualidad de unicidad de éstas fotografías como piezas “originales”; se pueden interpretar como el origen de una narrativa dentro de la escena descrita en la que la revisión de un objeto tras otro y los índices que los van conectando son el origen de una interpretación.
Aunque los dos casos son tomados desde la representación de los índices técnicos e iconográficos ambas piezas han atravesado por un tránsito que se logra identificar físicamente: Las siguientes fichas son una adaptación de la primera con el propósito de hacer seguimiento del tránsito y rastro sobre los dos casos de estudio.
FICHA # 1 :
Asunto: Social, familiar, anotaciones personales.
Descripción del objeto o contenedor: Cuaderno escolar, Anillado espiral, parece tener manchas amarillentas de hongos y humedad en las páginas, aproximadamente 21 x 15 cm, papel bond, cuadriculado.
Espacio: Pertenecía a mi mamá, lo guardo entre mis cosas durante la adolescencia, para el momento del análisis es encontrado dentro de una caja en mi habitación.
Tiempo:Año de creación, registra en sus páginas los años 1996 y 1997, es revisado en el año 2019
Fotografía: Se intuye que podría ser un fragmento de una ampliación fotográfica de unos 5 x 7 cm, fue anexada al diario con dos pedazos de cinta, posiblemente con ácido que mezclada con la humedad dejó una marca amarillenta en el papel.
FICHA # 2
Asunto: Social, familiar registro de la llegada de un bebé con su madre a un lugar.
Descripción del objeto o contenedor: No aplica a contenedor, la fotografía se encontraba suelta, sin embargo en el reverso tiene marcas horizontales con un espaciado aproximado de 2 a 3 mm de distancia, posiblemente estuvo pegada en un álbum para fotografías.
Espacio: Pertenecía a mis papás, desconozco, o no recuerdo el modo en el que llegó esa fotografía a mis pertenencias.
Tiempo: Año de registro, posiblemente 1996 desconozco el año de ejecución de revelado es revisado en el año 2019
Fotografía: La pieza presenta manchas, posiblemente de cinta pegante con la que estuvo adherida a algún otro espacio o contenedor, alrededor tiene decoraciones de colores, puede indicar que ocupó otro tipo de lugar, la foto fue relevante, las cintas y adhesivos del rededor se pusieron con la intención de darle relevancia y decorarle, pese a no saber de cuidados con el sustrato fotográfico. Parece haber habitado múltiples lugares.
La aproximación a ambos se dió desde su revisión como documentos fotográficos como una atestación o un registro que sólo informa o que sólo permite reconocer la existencia de una realidad concreta, se pone en contexto de evidencia pues, mediante sus índices busca probar la veracidad de un hecho o de un conocimiento. En este caso, el rastreo de un suceso que comprobaría mi participación dentro de una narrativa y el trasteo de elementos que confirmarían la legitimidad de unas acciones y sensaciones nostálgicas ligadas las circunstancias presentadas por éste caso.
Además del cuestionamiento del origen técnico de las piezas existe un ejercicio de análisis que comprende el proceso de desvanecimiento del relato tanto físico como metafórico, en primera medida la desaparición de una fotografía deja en el contenedor un rastro físico de una circunstancia, que, aunque no deja claro el modo en el que desapareció si denota una realidad en la que habita así ésta no sea conocida o registrada.
(…) es posible recuperar la vida pasada-primera realidad y si tenemos, a través de la fotografía, una nueva prueba de su existencia, hay en la imagen una nueva realidad, pasada, limitada, transpuesta» “Se inicia, por lo tanto, otra realidad, la del documento: la segunda realidad, autónoma por excelencia. Se inicia otro proceso: el de la vida del documento. Éste no sólo conserva la imagen del pasado, forma parte del mundo: «…él puede inclusive ser fotografiado» (…)